O1. MALDITO PUERTO

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   Cordelia era el océano.

Nadie podía decirle lo contario, nació y se crio en el mar. Sobre uno de los barcos más infames de los Siete Mares, La Venganza. Para sus adversarios era difícil no temerle al barco de su familia, equipado con diez cañones podía hundir cualquier barco que se le atravesará.

O al menos casi todos.

Su padre estaba en una posición acomodado en tierra, como un comandante de alto nivel, pero al igual que todos en algún momento, el mar lo llamó y cuando el mar llama... no puedes escapar. Ni su madre, que en ese momento estaba embarazada, pudo detenerlo.

Florence Shepard dio a luz a su hija a bordo de La Venganza, cerca de la costa de Barbados.

Avery y Florence Shepard eran piratas ejemplares. Su padre el capitán y su madre la primera oficial. Nadie cuestionaba la palabra de ellos, después de todo para qué hacerlo, el barco estaba repleto de riquezas. Cada vez se volvió más fácil, cada vez se confiaron más.

El océano podía ser el hogar de los Shepard y su fiel tripulación, pero nunca se podía confiar en él.

Cordelia no conocía otra cosa que no fuera el mar. Pocas veces bajaba a los puertos cuando les tocaba reabastecerse, y en lo personal, era prefería mantenerse sobre La Venganza. Para ella no existía lugar mejor que navegar infinitamente por el océano. Aunque debía admitir que sus padres le inculcaron mucho ese pensamiento.

Ese maravilloso pensamiento seguía en su cabeza, no importaba que ahora llevara años varada en tierra.

Estar en el puerto de Tortuga era el peor y, de algún modo extraño, el mejor lugar donde podía estar. Estaba cerca de lo que amaba, la piratería y del océano, lo cual irónicamente se estaba convirtiendo en un resentimiento.

¿Por qué su madre nunca le advirtió que por ser mujer nunca la iban a tomar en serio? Con los años comprendió que Florence que no fue primer oficial porque fuese buena en ese puesto, sino que lo era solo por ser la esposa del capitán y dueño del barco. Cordelia se negaba a rebajarse a casarse solo para demostrar que ella era más, era mucho más capaz de dirigir un barco que cualquier mediocre hombre pirata que elegían sobre ella. Sabía navegar La Venganza desde que tenía nueve años y posiblemente nadie conocía mejor el mar que ella.

Había perdido la cuenta de cuantas veces había escapada de ese maldito puerto pirata. Los capitanes en busca de tripulación la aceptaban para burlarse y dejarla atrás. Y cada vez que se escondía en algún barco, de alguna forma u otra, la encontraban y la traían de nuevo a la isla. ¿No podían al menos dejarla en otro puerto? Por lo menos se mantenía viva, era un milagro teniendo en cuenta que Cordelia no tenía la actitud más dócil.

Pero sí, ella realmente era el océano. Caótico, inestable e indomable. Pero, al igual que el agua, había momentos en donde era calma.

Había sido otro día soleado en esa isla del demonio. La pelirroja admiraba como los rayos del sol se reflejaban en las aguas divinas. El sol podría encandilar a cualquiera, pero no a ella, demasiado acostumbrada a esa luz como para que le afectara. Los tenues colores naranjas del sol cayendo se mezclaban con los rosados, dejando un paisaje digno de una pintura.

Solo otro día atrapada en ese puerto.

Su depresivo caminar se detuvo cuando unos piratas salieron del más conocido bar de la isla. Parecían hombres civilizados, pero la mujer sabía bien que no lo eran. Solo era cuestión de tiempo que se mostraran como realmente son. Y por supuesto así fue, uno de ellos, de cabello largo y espeluznantes ojos azules empujó a otro de los hombres antes de dejar salir una risa maquiavélica.

—¡¿Quieres pelear conmigo ahora que soy un tripulante oficial, rata asquerosa?!

Cordelia alzó una de sus pelirrojas cejas. Miró el puerto, donde los barcos se amaraban. Ya el sol había desaparecido, estaba el cielo oscuro y decorado con muchas estrellas, pero no lo suficiente como para iluminar el paisaje. No se veía ningún barco nuevo en los puestos. De hecho, todo estaba tan calmado como era normal, al menos normal según ese puerto pirata.

Algunos de los hombres de ese grupo comenzaron a pelear, otros apostaban, la mujer los rodeo con aburrimiento y entro al familiar lugar, donde todas las noches ahogaba sus penas en ron.

—Hola, cariño —la saluda Susan, quien estaba a cargo de la barra. La única mujer con la que podía tener una conversación decente ya que todas las demás mujeres venían con una única intención.

—¿Qué tal, Susy? —preguntó en tono monótono y miró a su alrededor, buscando a quien robarle unos chelines para pagar el ron.

—¿Lo de siempre? —le pregunta la rubia con diversión.

La mujer murmuró una afirmación mientras estudiaba a un pirata pegado a una de las múltiples mujeres que había por el puerto prestando sus servicios. Se veía presentable, solo muy ebrio, seguro traía dinero encima. Se acercó con confianza, él estaba demasiado distraído besando el cuello de la mujer como para notar cuando Shepard le saco una pequeña bolsa de tela donde tenía sus chelines.

Susan la estaba esperando con una sonrisa y su bebida lista. Cordelia le lanzó las monedas que la rubia tomó en el aire y se sentó en la barra. Sus dientes se deshicieron del corcho, pero antes de que le diera el primer glorioso trago, sintió una mirada demasiado intensa pegada a ella. Sin pensarlo dos veces, se giró y buscó con la mirada algo inusual, lo cual podía ser difícil en ese lugar, pero ella ya lo conocía bien. Sus ojos azules se detuvieron en un pirata sentado en una mesa apartada. Podía distinguir que tenía rastas e iba bastante presentable. No podía ver sus ojos, el sombrero se los cubría, pero sabía que esa mirada intensa pertenecía a ese hombre.

—¿Quién es ese? —cuestionó sin pelos en la lengua.

Susan siguió su mirada e hizo una mueca. Sabía que todo sería otra decepción para la chica, a ella le gustaría evitarle el mal gusto, pero sabía que no había quien detuviera a Cordelia.

—Al parecer busca tripulación —respondió sin detalle, esperando que eso hiciera que Shepard no se interesara.

Obviamente no iba a funcionar.

Cordelia se movió de forma directa hacía el hombre, devolviendo la mirada intensa. Ella era demasiado temeraria, al que a los hombres no les gustaba. Ellos siempre querían a una damisela en apuros y ella nunca iba a ser eso.

—¿Quién eres?

Lo escuchó resoplar, parecía en verdad una risa divertida que trato de ocultar. Su cabeza se alzó y por primera vez se encontró con esa mirada intensa que la seguía hace rato. Sus ojos eran de un genuina color chocolates hermoso, la barba ligeramente larga y trenzada, su rostro estaba decorado con una sonrisa ladeada. La respuesta estaba tardando mucho en aparecer, lo que la hizo alzar una ceja para demostrar su impaciencia, cosa que hizo al pirata ampliar su sonrisa, mostrando sus dientes. Cordelia debía admitir que se sorprendió, tenía todos sus dientes, perfectamente alineados y con uno de oro, o eso parecía.

Un pirata bien parecido, no era algo que ella viera muy seguido.

—¿Quién soy? —repitió suavemente, ciertamente un poco burlón. A pesar del escándalo, ella lo escuchaba más que bien. —Capitán Jack Sparrow.

Cordelia chaqueó la lengua sin disimulo. Sus facciones se suavizaron, imitando la mirada burlona del hombre.

—¿Capitán? ¿Sin un navío? —mencionó con desconfianza hacia él.

—Yo tengo un navío —le respondió con diversión. Le recordó un poco a cuando su padre le daba respuestas obvias a sus, al parecer, absurdas preguntas.

La pelirroja se inclinó a su lado izquierdo, detrás del dichoso capitán había una ventana que daba vista al muelle.

—Yo no lo veo —lo miró nuevamente con dureza, bastante harta de sus juegos.

Él agrando su sonrisa de burla, cosa que le estaba colmando la paciencia a la chica.

—Mira más de cerca —Shepard resopló frustrada, pero rodeó la mesa y se acercó a la ventana. Al igual que hace rato, solo miraba la densa oscuridad de la noche. —¿Lo ves, primor? —le preguntó en un susurró en el oído.

Cordelia se tensó al sentir el pecho del capitán pegado a su espalda, su aliento tenía el dulce olor al ron y sentía su respiración chocando con su mejilla. Trato de no mostrarse afectada y se concentró en mirar por la ventana. Su vista cada vez se acostumbraba más a la oscuridad y detallaba más cosas.

Su respiración se cortó de asombro cuando por fin pudo distinguirlo.

—Es... —murmuró, sin encontrar palabras.

Era uno de los barcos más grandes y hermosos que había tenido el placer de ver. Por supuesto que ella adoraba El Venganza, glorioso en todos los sentidos antes de que se hundiera, pero debía admitir que ese navío era mucho más majestuoso.

—Hermoso, ¿verdad? —dijo con diversión, había estudiado detalladamente las expresiones de la chica. Esos ojos azules brillaron tanto como si hubieran encontrado el tesoro más valioso de los Siete Mares. —Es más hermoso de cerca, ¿quieres conocerlo?

—Por supuesto —respondió de inmediato, sin impórtale que pareciera desesperada.

El capitán Sparrow sonrió, nuevamente enseñando su perfecta dentadura, y le extendió la mano. Cordelia le miró la palma con cierto disgusto y sus ojos subieron los del pirata. El arqueó una ceja, sin bajar la mano, viéndose condicionante. Ella suspiró en silencio y la agarró con la mano que no sostenía su botella de ron. El contacto era un poco áspero, normal si pasaba mucho tiempo en alta mar. No la presionó más de la cuenta, simplemente la guio hasta el barco.

Era más imponente de cerca, se mirada impecable y la chica estaba honestamente fascinada. Soltó su mano una vez estuvieron en cubierta y ella no dudo en recorrer el barco. Jack se dedicó en estudiarla. Se movía por el navío con si lo conociera de memoria, cosa que él sabía bien que no era así. Sus dedos rozaban la madera con cariño, lentamente dirigiéndose al timón. Sus manos se posaron con confianza en ese lugar, demasiado familiarizada, y suspiró. Un sonido que mezclaba la alegría y el alivió. Como si ella estuviera volviendo a casa.

Jack podía decir con total certeza que esa chica había estado en un barco antes. La forma en la que tenía sus manos en el timón le indicaban que era posible que ella fuera de un rango alto. El concepto de mujeres piratas no era muy ajeno, pero tampoco era normal. Él sabía que había por ahí algunas mujeres en tripulaciones, no podía decir que conocía a alguna personalmente.

—¿Es más hermoso de cerca? —preguntó cuando llegó a su lado, interrumpiendo su fascinante vista en el horizonte.

—Claro que lo es —le contestó sin duda. No podía dejar ese barco ahora. —Busca tripulación, ¿no es así?

—Es así —confirmó.

—¿Qué busca?

—Lo mismo que todos —soltó una pequeña risa. —Oro, diamantes, riquezas inimaginables —se movió frente a ella, demasiado cerca para el gusto de la chica. —Solo un poco de honesta piratería.

Ella sabía que de algún modo estaba disfrazando la verdad, pero no podía exigirle tanto a un pirata.

—Quiero ser primera oficial.

Jack no disimuló la carcajada que le salió.

—¿En serio? —dijo aun riendo. —No es así de fácil.

—Le aseguro que soy mejor que cualquier hombre que este considerando para este puesto —respondió bien seria.

—¿Por qué debería dejarte ser mi primera oficial? —cuestionó divertido y le dio un sorbo a la botella de ron que siempre lo acompaño.

—Sé muy bien como navegar. Conozco mejor que nadie estos mares, seguro los conozco mejor que tú —le dio una mirada despectiva de arriba abajo.

El capitán volvió a reír.

—¿No queras mejor el puesto de capitana? —preguntó burlón. Shepard le dio una mirada sería, alzando una ceja. Obviamente dejando en claro su respuesta a esa pregunta retórica. —Eres muy ambiciosa... ¿porque no me persuades?

Cordelia sonrió, era la primera vez que él la veía sonreír de verdad, y se acercó incluso más. Jack se encontré distrayéndose con su innegable belleza. Su rostro mantenía las facciones suaves, algo aniñadas incluso, sus ojos eran del azul más feroz que había visto, iguales al mar cuando la marea estaba impredecible, las pecas decoraban su piel bronceada, seguro que había perdido algo del dorado en la piel porque ya no estaba en el mar. Claro que no podía ignorar su cabello rojo como una llamarada, él tenía una enorme debilidad por las pelirrojas.

Ella podía ser tranquilamente su perdición.

—¿Mencione que soy experta con la espada?

Sparrow abrió los ojos con sorpresa cuando la vio con su espada en la mano. No debería sorprenderse tanto, ella captó su atención por su forma astuta de robar. La pelirroja sonreía con diversión mientras jugaba con la espada, nunca apuntándole, solo burlándose de él. El pirata imitó su sonrisa, en verdad tenía una pistola con la cual defenderse, pero claramente no le hacía falta.

—Muy bien, primor...

—Cordelia —lo interrumpió, dándole una mirada igual de filosa que esa espada. —Mi nombre es Cordelia Shepard —se presentó y lanzó la espada al aire, tomándola por el filo y extendiéndosela.

—Muy bien... —repito y agarró su espada. —Delia —dijo divertido mientras guardaba el arma. La mencionada solo alzó una ceja por ese apodo. El rio suavemente por ese gesto y levantó su botella de ron. —Bienvenida a La Perla Negra, primer oficial.

Cordelia sonrió como nunca en su vida y chocó botellas con su capitán.


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